sábado, septiembre 26, 2009

Breve ideario teatral

Hay una diferencia entre preparar actores para teatro y preparar personas a través del teatro. Cuando se hace teatro con miras a una función o un espectáculo, se piensa como una empresa piensa en su producto. Cuando esta actividad se dirige a la formación y el crecimiento de sus actores, se centra en ellos. Un buen grupo teatral combina la riqueza inherente a cada miembro, parte de cada uno para conseguir un proyecto y orienta todos sus esfuerzos en verlo hecho realidad.

Formar personas a través de la actuación implica, de modo general, dos niveles (uno mismo y los demás) en dos ámbitos (corporalidad y afectividad).

Uno mismo ->Corporalidad -> Afectividad
Los demás ->Comprensión -> Empatía


Uno mismo, en el ámbito de su corporalidad se descubre, aprovecha sus habilidades físicas y toma conciencia de sí mismo en su entorno. Este proceso implica técnicas en el manejo de su voz, su postura, su andar, su gesticulación, su modo de vestir y desenvolverse. Todo esto implica reconocer los medios de proyección escénica. Sin embargo, actuar implica otro tipo de conciencia que pocas veces se desarrolla: se trata de la conciencia afectiva. El actor aprende a reconocer sus emociones, sus procesos, sus causas, las respuestas proporcionales. Uno de mis maestros solía decir que el actor es un atleta de emociones. Eso implica no el hacer proezas, sino el conocer y medir bien sus capacidades. En la situación contemporánea, la salud emocional es un bien añorado por los habitantes una ciudad como ésta, donde se acumulan frustraciones sin vía de escape y se recibe un despliegue exagerado de estímulos, ante los cuales uno se confunden o se insensibilizan.

La formación a través del teatro además abre los horizontes y permite al actor no sólo el autoconocimiento, sino un mejor conocimiento de los demás. Equivalente a la conciencia corporal exterior, el actor aprende a observar a los demás, a leer sus mensajes, a descifrar lo no dicho con mayor certeza. En lugar de juzgar desde sí mismo, adquiere la rara virtud de ponerse en los zapatos del otro, abrirse a la posibilidad de otra perspectiva, se vuelve receptivo y respetuoso, interactúa y, sobre todo, sale de sí. El actor también desarrolla una capacidad intuitiva que le permite acercarse a los demás humanamente desde la empatía. Aprende a distinguir la complejidad emocional de los demás sin adelantar prejuicios.

Lo que hace extraordinario un taller teatral amateur es que todas estas cualidades se desarrollan en un ámbito de ficción, en otras palabras, se aprende a ser más humano simplemente jugando. El teatro se encuentra en el mundo de la acción humana. Con mayor o menor complejidad, las obras dramáticas son, precisamente, la puesta ante la vista del entramado de la acción. Esto es importante subrayarlo: la vida no transcurre como en el escenario por la sencilla razón de que la escena pone en evidencia lo que en el ritmo cotidiano de la vida nos está oculto. Por eso, muchos definen la actividad artística —en general—, como la cualidad de poner ante la vista lo que nos parece un misterio. Skene, el origen de la palabra escena es precisamente eso, ver, mostrar.

Hay diversos modos de proceder para fraguar un proyecto teatral amateur. Distingo dos: el primero y en apariencia más sencillo es proponer una obra específica. El segundo implica una exploración de los intereses de los participantes, buscando una obra o un montaje original a partir de su propia iniciativa. Un tercer modo, desde luego, es el trabajo "por encargo", para que éste funcione adecuadamente se requiere una cierta solidez previa en el grupo. He trabajado con los tres sistemas y encuentro que el más eficiente resulta de una mezcla de proyecto de dirección e iniciativa de grupo. Esto se debe a dos razones: en primer lugar tenemos un grupo de actores voluntarios y ellos son nuestro punto de partida; su iniciativa da origen a todas las demás posibilidades y son nuestro verdadero material de trabajo. En segundo lugar, la motivación de nuestros actores y su consecuente compromiso nace de sus capacidades e intereses.

Mi primera directora, a quien quizá más debo, decía que era mejor partir de aquello con lo que cuentas. Hay obras que se te ocurre montar porque tal o cual persona te sugiere la posibilidad, como encontrarse a un Benedicto perfecto para Mucho ruido y pocas nueces o tener a la perfecta Blanche Dubois, o un inmejorable Fausto. Recuerdo que, buscando una obra de teatro para mi grupo de Pamplona, un diálogo entre dos hermanos me llevó a visualizar inmediatamente a dos miembros de la compañía y la intuición no falló, funcionaron de un modo magnífico. Sin embargo, y con mucho, el mejor proyecto fue el que idearon los propios alumnos con una lluvia de ideas a partir de una lectura que a mí no me atrajo tanto personalmente.

Cuando una idea enciende la mecha de la creatividad, sea cual sea la fuente, logra unir a todos con una extraordinaria cohesión. Ese debe ser el punto que amalgame todos los esfuerzos, para que el desarrollo del proyecto teatral concreto sea el pretexto, la vía que desarrolle al actor como persona.

(Escrito para el Club España y publicado en la Gaceta "La edad dorada", del mismo centro")